Diáspora

El silencio

me  (a)trae a ti.

Hace ésta noche una estancia tibia.

 

Como ese instante

en que vibró mi corazón reconocido.

En aquel cementerio

de negros

fuera de casa.

Canción de cuna bajo cielo abierto

BINA BA KU A FEERU BOJU

BOGEDE BA KU A FOMO RE ROPO

OLOYE KU FOLOYE SILE LO

OJI TAA BA PAJU DE

OMO RERE NI KO JOGUN WA

 

“Cuando uno muere, un sobreviviente está para reemplazarlo.

La sustitución es esencial.

Un líder muerto sale, un líder vivo queda.

En el día de nuestra muerte,

podremos dejar un precioso niño que herede nuestra tradición.”          

 

Fragmento de poema Ewi Yoruba a los nacidos.

 

 

           

Ellos estaban de pie en la orilla pidiéndole a la diosa.

Hablaban de un puerto ancho,

del color de otro mar,

del sabor de otro cielo.

 

Ellos cantaban

con la garganta abierta

alrededor de la ceiba,

la misma, 

que había quedado presa

del animal pálido.

Los ataúdes estaban amarrados a su cuerpo.

De sus  raíces

salía un olor fétido.

Y de su interior

los espíritus de hombres dorados

echaban la bendición a los negros.

 

Sus hermanos ahora

fueron  otras tribus que murieron de sus propias manos.

Cazaron con los colmillos del  león,

llevaron trofeos de elefantes.

El reino era próspero antes de la sombra.

Ahora, de espaldas a la tierra, de rodillas a la diosa.

Veían el sopor de sus nietos quinientos años después.

Y prometieron dejar la puerta abierta.

Regresarían con el alma de sus niños al tiempo

                                                                             a casa.

 

La bruma era agua de río, promesa.

Era la respuesta ancestral

que se perpetua

                                      en el vientre de la madre en la semilla del padre.

Y trasciende.

Baja de las lomas en canto.

En batir de alas.

En arrullo de viento.

En salitre que come hierro.

Eco de  arrodillados.

Latir dorado de Ceiba en confluencia,

perenne, aun hasta este día.

 

 

Estamos frente al umbral del Continente.

                Soy tradición.